martes, 21 de junio de 2016

El día que creí morir

Donde agonizan flores
En su ataúd de vidrio, 
Exhalando el suspiro postrero, 
Un cuerpo sin cabeza
Derrama,  como un río, 
Sobre la fresca almohada,
Su sangre viva y roja, 
Empapándose el lienzo
Con la avidez de un prado.
Rodeado de frascos,
De telas relucientes,
De lujuriosos muebles,
De mármoles, de cuadros,
De ropas perfumadas
Que arrastran sus pliegues escénicos,
En un cuarto tibio, 
Como un invernadero
De aire fatal y peligroso.


El día que creí morir.

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