(Dos mujeres, entre treinta y cuarenta años,
cosiendo en el taller de la Ópera. Un maniquí tras ellas, en la penumbra.
CARMEN se vuelve y mira al maniquí, interrumpe la costura y habla...)
CARMEN.
Otro refrán de
mi madre: <<Dios castiga y no a palos>>
LEYLA.
¿Y eso,
Carmen?
CARMEN.
Es como decir
que el tiempo lo pone todo en su sitio. A los que nos han hecho daño, o a
nosotros, cuando hacemos el mal. De una forma u otra, tarde o temprano, pagamos
nuestras culpas (Pausa).
LEYLA.
Némesis.
CARMEN.
¿Qué?
LEYLA.
Un segundo (Deja la costura y busca en su tablet
hasta dar con la información). Los
griegos la llamaron Némesis o Adrastea. Justicia implacable.
CARMEN.
¿Qué es eso?
LEYLA.
Un diccionario de símbolos (Leyendo
en la tablet) <<Sobre la Rueda del Eterno Retorno, Némesis sobrevuela
el Mundo. Llegará un día en que el mal que hicimos retornará a nosotros para
saldar su cuenta>>.
CARMEN.
Némesis… Así
sea, vengas de donde sea, y en la forma que vengas, junto al merecido
castigo...
LEYLA.
Carmen...
CARMEN.
(Como saliendo de un sueño) ¿Qué?...
LEYLA.
¿Por qué ese
comentario? ¿A quién ha castigado Némesis?
CARMEN.
Es largo de
contar...
LEYLA.
¿Qué es lo que
te pasa? (Carmen la mira fijamente)
CARMEN.
¿Sabes? No es
alegría. Duele. Es un pensamiento amargo, obsesivo, como una piedra en el
zapato... Cuando alguien se siente acosado por un enemigo, desea su mal. No hay otra emoción que la
venganza.
Sueñas vengarte.
Y los sueños… (Muy
turbada) Estoy convencida de que son más reales de lo que alcanza nuestra
imaginación.
LEYLA.
(Mirando al maquiní) En las tragedias,
los dioses mandan sueños de mal agüero a los pecadores, y epidemias y muerte envueltas en flechas envenenadas.
CARMEN.
Tú crees en los mitos, Leyla. Pero no.
No son los dioses.
Somos nosotros,
nosotros, con nuestros deseos, con nuestro rencor. Sin saberlo, destapamos a
veces las trampillas del Infierno. Hay noches en las que, cuando me acuesto, me
invade un escalofrío si imagino hasta dónde pueden llegar mis visiones (Pausa)
Una de las personas más
influyentes en mi vida de estos diez últimos años, se está muriendo. Mi gran enemiga.
LEYLA:
¿Quién?
CARMEN.
Me enteré el otro día por Nuria, que hizo una fiesta para conmemorar su estreno, esa obra en la que hemos colaborado los técnicos de la Ópera. Pues bien, yo
sabía que esta persona había intervenido también en el proyecto, así que le
dije a nuestra amiga que <<me resultaría muy violento el coincidir con la
susodicha en la fiesta>>. Y en esto, Nuria se me queda mirando muy seria, y me
suelta que no, que esta persona no irá, porque, literalmente: <<Se la
está comiendo un cáncer>>
LEYLA.
¡Qué fuerte (Dejando la costura). Por desgracia no es la única que muere de éso hoy día. El cáncer es una auténtica plaga. Da miedo.
CARMEN.
Sí, ya le ha
invadido el pecho y la garganta...
LEYLA.
Ah...
CARMEN.
Por lo visto,
está totalmente calva.Ya no trabaja. También me enteré de que su novio, Israel,
la abandonó el mes pasado (Pausa).
¿Quieres que te cuente mi teoría?
LEYLA.
Dime.
CARMEN.
Es... como si
yo tuviese un doble, un "otro yo" que vive y actúa a través del
sueño...
LEYLA.
¿Y? ¿Qué tiene éso que ver con la venganza?
CARMEN.
¿Con la
<<venganza>>?
LEYLA.
Sí, lo has dicho. <<Venganza>>. Me tienes asustada.¿Te has vengado en sueños de tu <<amiga>> ?
CARMEN.
Pudiera ser, si lo que voy a contarte ahora tuviese
algún viso de credibilidad (Pausa. Carmen
enciende un cigarro). Hará unos nueve o diez años, fui a parar al taller
del Teatro Clásico. Por aquél entonces vestíamos a las mejores compañías de
dentro y fuera del país. Entré directamente por bolsa. Fue un año duro, aunque
excitante. Lo que no podía ni imaginar era que allí estaría ella.
LEYLA.
Ya me hago una
idea de quién me hablas...
CARMEN.
Magda. La jefa
de vestuario.
LEYLA.
¡Lo sabía!
Entonces, ¿coincidísteis?
CARMEN.
Las dos éramos
responsables de la indumentaria del teatro. Dos jefas de vestuario, ¡imagina
qué locura! Una de las dos sobraba. Así que, ya la conoces, empezó a tenderme
la red nada más llegar.
LEYLA.
Su fama la
precede. Sí; he oído historias muy raras de ella...
CARMEN.
Al principio
todo parecía ir bien en el trabajo, si no fuera porque empezaron a ocurrir
cosas extrañas. A veces desaparecía una burra llena de trajes que luego había
que arreglar de urgencia, o se extraviaba un zapato de un figurante, o un
corbatín en un cambio de escena...
LEYLA.
¿Crees que era
ella quien escondía la ropa?
CARMEN.
No es que lo crea. Tengo las pruebas. Me escondía camisas recién planchadas,
o aparecían las prendas arrugadas detrás de un armario.
Una
vez descosió el volante de la actriz principal que yo vestía para que se cayese
en plena actuación.
LEYLA.
¿Y se cayó?
CARMEN
Salió en los
periódicos. Imagina...
LEYLA.
Uf.
CARMEN.
Parece increíble, pero pasa. Estas cosas pasan. Aunque dn el 99% no sean demostrables.
Magda tenía mil maneras de desautorizar mi trabajo y hacerme quedar como una
imbécil delante de mis compañeros.
Diariamente, una mortificación tras otra. Y
lo que es peor: disponía de un grupito de
<<colaboradores>>; se los ganaba a base de promesas, tertulias, cenas
y copas. Así resultaba más fácil trastocar la verdad.
LEYLA.
Pero ese
rencor…¿de dónde venía? ¿Temía que le hicieses sombra?
CARMEN.
Todo tiene su explicación. Nos conocíamos de mucho tiempo atrás, de
cuando éramos jóvenes. Las dos teníamos la misma devoción por la costura.
LEYLA.
¿Y entonces, ¿
por qué acabó odiándote?
CARMEN.
Está mal que
yo lo diga. Pero todo ha sido causa de la envidia... ¿No me crees?
LEYLA.
(Abriendo
los ojos) ¡Oh! No, no, ¡te creo!, te creo… Yo también la he padecido. Me separé
de Juan por lo mismo. Tenía envidia de que fuese independiente, de que tuviese
ideas propias, de que ganase mi propio dinero, envidia de mis amigos… Un hombre
muy celoso…Al final he llegado a la conclusión de que, simplemente, envidiaba
lo que soy.
CARMEN.
Desgraciadamente, es una
emoción demasiado común.
LEYLA
Yo diría que muy generalizada. Quetida Carmen: vivimos en el país de la envidia.
CARMEN.
Fuimos juntas a la escuela de Diseño. Al contrario que yo, Magda sabía
trabajarse perfectamente a los profesores. Incluso llegó a hacerse amiga del
director. No tuvimos ningún roce serio, hasta que, a final de carrera,
confeccionamos el vestuario de El
hospital de los locos, de Valdivielso, yéndonos de gira con la obra.
Bien...hubo algún problema con las dietas que nos daban a los alumnos. No
estaba claro a dónde iba a parar el dinero. El caso es que algunos protestaron,
y a mí me identificaron con el <<bando de los malos>>…. ya me
entiendes.
LEYLA.
¿En serio? Tú,
que no te casas con nadie...
CARMEN.
Me importaba un cuerno el dinero, pero serví de paño de lágrimas a los
que querían poner las cuentas boca arriba, solo eso. Ella estaba encargada de
la tesorería, y desde entonces, me hizo la cruz. (Pausa, como si le costase trabajo hablar) Pasó el tiempo...Durante
años apenas supimos nada la una de la otra. Pero cuando entré en la plantilla
del Clásico, nada más poner el pie, enseguida noté en su mirada un brillo de
resentimiento. Así la conserva mi memoria, con su gesto característico: sonrisa
ratonil y ojos brillantes, como dos ranuras luminosas... como dos cuchillos
afilados...
LEYLA.
¿Tan grande
había sido el problema con el director?
CARMEN.
No creo que hubiera sexo entre ellos, el director era gay…. ¿Te referías
a eso?
LEYLA.
No, jajajajaj...¡Dichosas lentejuelas! ¡Esta Medea nos va a llevar toda
la noche!
CARMEN.
¡Pedazo de bruja! (Ríen) ¿A
ver? Déjame a mí...sí, déjame. Esta parte del cuello es la más complicada,
¿ves? Así (Miran un momento el traje). La verdad es que Roberto se ha lucido
esta vez.
LEYLA.
Es un diseño espectacular. ¿Has
visto el Deus ex Machina?
CARMEN.
¿El qué?
LEYLA.
La carroza de
dragones en la que sube al cielo Medea, al final.
CARMEN.
Ah. Impresionante, sí. Pero lo
mejor es el vestuario, sin duda.
LEYLA.
Tienes razón, aunque, sin tu
mano, el diseño de Roberto no sería lo mismo.
CARMEN
Gracias. Pues yo
admiro tus conocimientos. También quería decírtelo. A veces me da la impresión
de estar delante de alguien ilustre, y no de las que habitualmente asoman por los palcos.
LEYLA.
Jajaja... No solo vengo aquí a
coser. La verdad es que no me pierdo ni uno de los estrenos, y después completo
la información con mi tablet. Jajaja. También leo a diario, ¿sabes?...¡libros!
En mi casa siempre hemos sido muy leídos. Y también... que sepas que estás delante de una
licenciada filóloga.
CARMEN.
¿En serio? No lo sabía.
LEYLA.
Sí, pero nunca he ejercido. La
vida, ya ves, es una caja de sorpresas. Me casé de penalti y tras el divorcio tuve
que sacar a mi prole adelante. O la aguja o limpiar escaleras.
CARMEN
Yo solo sé de costura. Te
admiro. ¡Eres una modistilla ilustrada...! (Ríen)
LEYLA.
Siempre y cuando las niñas me dejan tiempo. Me encantan las historias,
pero sobre todo, sus imágenes.
CARMEN.
Sí. Las imágenes encierran una
vida oculta (Dejando de coser). Ya
está.
LEYLA.
Eres increíble. Yo hubiese
tardado el triple.
CARMEN.
Solo falta un repaso, y listo.
LEYLA.
Me estabas contando lo del lío
de Magda con el director de la Escuela.
CARMEN.
Ah, sí...
LEYLA.
Decías que el director te tomó
ojeriza...
CARMEN.
No creo. Para mí, que el director olvidó el episodio rápidamente,
pero ella no. Ella era de otro pellejo, y me guardó la jugada... Su ego la
corroía por dentro.
LEYLA.
¡El ego! El pan
nuestro de cada día. A menudo lo he pensado. Yo creo que hay dos clases de ego:
uno que juega, que concita al arte, a la curiosidad, a la comunicación... y
otro ego que es producto del miedo y la falta de confianza en una. Ese es el <<ego malo>>. Es como un
demonio, te posee y te incita a matar...
CARMEN.
El demonio de
Magda.
LEYLA.
Sí, el del
mundillo del arte en general, y del teatro en particular.
CARMEN.
Un mundillo
muy pequeño...
LEYLA.
Sí...(Pausa, cosen).
CARMEN.
No lo hizo
sola. La ayudó todo su equipo. Y los que no participaron en el acoso, lo
contemplaron desde el patio, como una puesta en escena donde se despelleja a un
animal, como si no fuese con ellos. Si te contara que de los cincuenta que formábamos
la plantilla, solamente dos me defendieron en público... Al resto, le vino al
pairo. Otros se vieron obligados a elegir...ya sabes, <<o conmigo o contra
mí>>
LEYLA.
Y se supone
que vivimos en un mundo de libertad, humano y civilizado...
CARMEN.
Se supone…
pero no. A la hora de competir, todo vale.
LEYLA.
Muchas veces
creo que preferimos vivir engañados. La gente no quiere líos... Es lo más
fácil. Puedes ver a una persona tirada en la calle, que nadie se parará a
ayudarla, lo he visto con mis ojos.
CARMEN.
Magda quería poner en mi puesto a su novio Israel. El
mismo que la acaba de abandonar. Iba detrás mío en la bolsa. Menuda pieza.
LEYLA.
Dios los cría…
CARMEN.
Sí, cuando se enamoró de él empezó a tirar de todas las fuerzas que tenía
en su mano para echarme. Yo me resistí, pero estaba destrozada por dentro. Personas
que antes me saludaban cordialmente, ni me miraban ya a la cara. La situación
fue empeorando hasta hacerse insoportable.
Un día, al
salir de un estreno, alguien me puso la zancadilla bajando las escaleras del
vestíbulo. Íbamos en tropel, ni siquiera pude ver quién lo hizo; ni yo, ni ninguno
de los que bajábamos. Fue espantoso. Me rompí la rodilla, y tuve que quedarme
en cama tres meses. Aguanté y aguanté la baja; primero, por fractura de menisco, después, por depresión. Estuve casi un año inactiva... hasta que se me
presentó la oportunidad.
LEYLA.
Lo siento mucho (La mira, ya que se ha emocionado). Pero eso ya ha
pasado….Nunca he visto una tía tan guapa, ni tan centrada.
CARMEN.
Te aseguro que estuve a punto de suicidarme. Lo intenté varias veces,
pero tenía miedo. Una noche cogí un tarro de Rivotril. Estuve dudando si
bebérmelo durante un tiempo que me pareció una eternidad. Por la mañana amanecí
vestida sobre la cama, con el tarro aún en la mano. Un ángel bajó, seguro,
hasta allí, durante aquella noche interminable.
LEYLA.
Gracias a ese
ángel, tú y yo nos conocimos…
CARMEN.
Recuerdo que otra
de tantas noches de delirio iba en un taxi. Tenía las ventanas negras. Yo iba
hacia el antro más oscuro, a sucumbir en la noche, dispuesta a todo, a
emborracharme, a ahogarme, a sepultarme en el lodo… La radio estaba puesta.
Entonces sonó una canción. El caso es que aquella melodía resonó como un océano
en mi interior. Me recordó a la Carmen que yo era antes, a la que le gusta
tanto la vida. Me di cuenta, de repente, de que aquel taxi era el ataúd que yo
había elegido para morir, y le dije al taxista que por favor, se diese la
vuelta, que me devolviera a casa. Al salir de aquel coche, respiré
profundamente. Respiré tan fuerte como nunca creo haberlo hecho. Miré al cielo.
Ahí estaba al lucero, brillante, en el cielo, alto, guiándome en medio la
oscuridad... (Leyla le coge la mano).
Al día siguiente, me enteré de que se había abierto una bolsa, y que podía
pedir traslado al Teatro de la Ópera; así que fui a mi médico, solicité la
incorporación inmediata y tiré los antidepresivos al inodoro. Tomé esta plaza,
y como eran aún las vacaciones de verano, me fui de viaje: Berlín, Tánger,
Lisboa... La vida empezó de nuevo. Fue muy duro reiniciar todo: cambiar de
casa, de ciudad, de amistades... Las heridas iban cerrando lentamente…. pero aquí
estoy. Luego... llegasteis tú y las niñas...
LEYLA.
Y desde entonces
no has dejado de sorprenderme, querida mía.
CARMEN.
Aquí nadie me atosiga...
LEYLA.
No solo éso. Te
quieren, te respetan y admiran tu trabajo (Cosen).
CARMEN.
¡El
trabajo!... Era la vida entera para mí. Qué estúpida. Ahora ya es solo una
parte… Afortunadamente, somos algo más profundo que toda esa mierda material.
LEYLA.
Seguro que
Magda habrá tenido noticias tuyas. Le debe haber sentado muy mal que te vaya tan
bien ¿Sabes? La mayor venganza contra tu enemigo no es su destrucción, sino tus
triunfos. Y tú has triunfado, Carmen. Todos te adoran.
CARMEN.
Pero no,
Leyla... he hecho algo mal. En mi desesperación, cuando me sentía acorralada,
maldije, pedí al Infierno que la destruyera. Cada noche me acostaba deseándole
la peor de las muertes. Cada noche soñaba que viajaba hacia un lugar sin nombre
donde... creo que algo, o alguien me oyó desde el otro confín del Universo.
LEYLA.
¿Esa es tu teoría? Yo soy muy escéptica. Somos producto de nuestros actos
y el azar. Nada más. No busques explicaciones raras a lo que ha ocurrido con
Magda. Todo ha terminado. Tu misión es olvidar (Dando la última puntada). Bueno, esto ya está listo, campeona.
CARMEN.
Vamos a ver… (Despliegan el vestido
que cosían y lo colocan sobre el maniquí).
LEYLA.
Es fantástico, como todo lo que haces (Silencio. Es un traje de mujer con una serpiente de lentejuelas cuyos
dientes se clavan en el cuello). ¡Oh! Tengo que irme, ya son las nueve,
¡cómo pasa el tiempo! Y me esperan las leonas para que les dé de cenar (Recoge y se va, pero antes la besa).
CARMEN.
Necesito ir
despacio, ¿sabes? Tengo miedo todavía....
LEYLA:
Lo sé.
Descansa un poco, querida. Recuerda: no tienes que demostrar nada a nadie...y
sobre todo, olvida. Olvida... (Le da otro
beso. Sale) ¡Hasta mañana!
CARMEN.
¡Dales un beso a las niñas de mi parte! (Pausa. Mira el traje y le arregla la parte del pecho con una alfiler.
Se queda mirando al maniquí, como si tuviese vida, y comienza a hablarle) Sí,
Magda, todo vuelve, ¿verdad? (Carmen se
da la vuelta, para recoger su bolso, pero no ha hecho más que empezar cuando se
vuelve repentinamente hacia el maniquí) Todavía sueño que, si me concentro profundamente,
te destruyo a tí y a alguna que otra hiena. Todavía pienso que la maldad es un
boomerang que golpea más fuerte a la vuelta. Todavía creo en la justicia, y que
los que han abusado de su poder serán castigados. Todos los días tengo un pensamiento de destrucción para tí, sí,
para tí, y ese pensamiento… se organiza en el Universo, encadenando a la
suerte, conduciendo tu vida, tus actos, hasta precipitarte en la mierda. Si los ángeles se han vuelto malos, fue
por tu causa. Sí, Magda. Pónle mi nombre a tus desgracias. La bondad se agota en el corazón herido. Es un error no destruir
del todo un pecho ultrajado. Se vuelve negro y asesino, y su sed de revancha,
infinita. Quiero que sepas que todo
ésto es posible; que el pensamiento mata; que la maldad, tarde o temprano,
paga; que el Universo es pequeño, y que ahora... soy increíblemente fuerte (Carmen alza los brazos, como en un acto de
brujería)¡Serpentea, serpiente!, ¡y paga!, ¡arrastra tu culpa! Solo dos segundos, y ya mis voces
corren por el aire, vuelan hasta tu pecho, infectando las leyes de la lógica y
empapando tu ser con mi veneno.
¡Que así
sea, por todos los demonios!
(Carmen se derrumba. Llora amargamente, a medida que suena
la canción. Se va oscureciendo la escena, menos el vestido. Finalmente, poco a
poco, se va apagando la luz).