jueves, 18 de septiembre de 2014

BUENILLO Y MALILLO





Malillo salió de su casa pisando charcos.



Buenillo salió limpito y con la tarea hecha.



Malillo no faltó al trabajo (que no le gustaba), y mientras sonaba a descanso, soñaba en la Isla de los Placeres.



Buenillo trabajó el doble y buscaba ser poderoso, sabiendo cómo era él, del bajo astral, sin gracia, ni imaginación.



Malillo se lió con su diecinuevemil ochocientos ochentayochoavo amante -con el que  fingió sentirse muy amado- al salir del trabajo.



Buenillo comió la comida preparada por su marido, se acostó y tuvo una siesta plagada de pesadillas.



Malillo aspiró coca y humo, y licores baratos en el tropel de luces de la exuberante noche.



Buenillo probó el alcohol en el círculo de frases hechas y bailes de nieve.



Malillo sintió todo el peso de su existencia al quedar solo en su habitación, rota y desordenada.



Buenillo, con indiferencia, se acostó con su marido, o con él mismo, lo mismo da.


Buenillo y Malillo miran la misteriosa grieta de la pared, en el techo de su cama, cuando hasta los relojes duermen. 





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