jueves, 25 de noviembre de 2010

UNA ORACIÓN PARA CHOP


Era un perro pelirrojo, serio y elegante. Nunca le oí dar un mal ladrido. Siempre en pos de Pomi, viajaba con todos en el coche, ya fuese a una cena o a una fiesta, o yendo de paseo. Pomi se permitía el lujo de dejarlo suelto porque sabía que se iba a portar bien.
Me decías que Chop estaba muy mayor, pero hoy te encontré con mirada triste en el gimnasio y me lo confirmaste. Sé lo que querías a ese perro, Pomares. Queremos a los animales con amor humano, ¿por qué? Intentaré dilucidarlo:
            Cuántas lágrimas derramé por mi amigo Jesús a principios de la primavera. “El número no existe”, decía la voz del móvil ¿Así nos vamos de este mundo?- no cesaba de hacerme esa pregunta-. Entonces apareció frente a mí aquella frase de Kierkegaard: "del más allá sólo nos separa un suave velo". Y no. No podía vivir con esa sensación de impotencia. Necesitaba una respuesta.
Tras las amañadas oposiciones -que me confirmaron una vez más la mediocridad de la administración-, comencé un viaje, un periplo iniciático que aún no ha terminado. Primero a Roma, después a Amsterdam, luego al sur de Francia. Mi mente estaba llena de interrogantes sin resolver.
En la Meca de la religión católica, vi cosas increíbles: edificadas sobre fuertes corrientes subterráneas, iglesias sobre otras iglesias; coloridos baldaquinos y brillantes ábsides de apagado oro; muros decorados con modernas y estilosas santas en martirio que apenas sangraban; velitas de cera alrededor de las virgencitas milagrosas mirándome de reojo…
En Amsterdam, me dividí de dos amigos y continué mi periplo solo. Me habían hablado de las trufas filosóficas y de que gracias a ellas podría obtener alguna revelación. En efecto, tras dejar la ciudad de los canales y repostar en Madrid, fui a Espelette, invitado por George. George me enseñó lo que es vivir feliz con todo en tu contra, y allí, en medio de un verde paisaje y un cielo azul turquesa, apareció una vaca sentada, paciendo solemnemente. Después, un pony gigante con su cría. Y un río vivo, de transparente música. Acariciando las crines del animal, que tenía enganchada una semilla, comprendí que no eran criaturas distintas de mí. La madre hacía arrumacos a su hijo dulcemente, sentía su felicidad y que un amor intensísimo me conectaba a ellos. Le retiré la semilla y en ese momento comprendí que el universo está unido por el amor. Mi temor se disipó ante este misterio mayor, el del amor, que nos conecta con todo. La muerte no es tan importante como la vida.
En un tiempo pretérito los hombres veneraban a esa Naturaleza de la que nos hemos apartado. Los perros y demás animales de compañía representan ese nexo que aún nos recuerda que pertenecemos a ella, no a estas cavernas cúbicas llenas de inservibles objetos. Queremos a los animales con intensidad porque sienten el amor noble y poderosamente, y son capaces de transmitirlo si tenemos las antenas abiertas y el corazón dispuesto para sentir.
Vive feliz, Chop, allá donde estés, tras el velo. 

2 comentarios:

  1. Nos dio días felices y malos ratos.
    Lecciones de amor y de paciencia.
    Calor y cariño en las dificultades.
    Silencios compartidos.
    Muchas mas cosas que ahora iremos comprendiendo.
    Ádios chop. Hasta la vista,compañero.

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  2. Dios perruno que estás en los cielos,
    Saltando de nube en nube tras un hueso,
    en el firmamento de infinitos olores
    y alegres jaurías, cacen los perros
    gatos de algodón.
    Y meando la esquina estrellada,
    brille la luciente Sirio
    del Santo Canis Maior.
    A tí te ladro,
    líbrame del miedo,
    del abandonador
    y de la pérfida garrapata.
    Líbranos, canino Señor.

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