domingo, 31 de julio de 2011

CECILIA GALLERANI: LA DAMA PEOR VISTA DE MADRID



Como ya va siendo común en los últimos tiempos, las grandes capitales atraen masas de turistas movidos por las ofertas de un sinfín de museos cuyo objetivo es el airear sus patrimonios y agenciarse, de paso, pingües beneficios. Todos sabemos lo caro que resulta al ciudadano la conservación del patrimonio cultural. Estos día de sol ha hecho el honor de visitarnos una noble que ha protagonizado la página cultural del verano madrileño: nos referimos a la bella y gentil Cecilia Gallerani, musa de Leonardo Da Vinci. Su retrato preside la exposición temporal del Palacio Real titulada LOS TESOROS DE POLONIA; pero héte aquí, que, la hermosa Cecilia, la dama más deseada de todo Madrid y actual residente del Oriental Palacio, se nos muestra rodeada por un sistema de seguridad que se jacta así mismo como de los más avanzados del mundo, pero que impide, -tanto por las dimensiones del cuadro como por la distancia que nos separa de él- la visión adecuada de tan magnífico objeto. Ni siquiera acompañan al retrato ampliaciones, ni observaciones de los detalles que revelen la técnica del maestro. Simplemente se nos planta, sin más, y a una distancia imposible, la adolescente aristócrata con el “armiño” (que no es tal), más embutida que enmarcada por un horrendo paredón naranja que constriñe la exquisita pintura. Eso sí, advertimos, para nuestra tristeza, que las reproducciones en papel de los folletos y la lejanía a la que se nos condena ver a Cecilia, encubren la mala factura de su fondo negro; esto es: el repinte que sufrió en el siglo XIX y que dejó a la tierna pijilla patéticamente sumergida en un “baño de petróleo”. La terrible ocurrencia que alguien tuvo de convertir en cuadro barroco una pintura del alto renacimiento, no es inusual. El repinte tapó, según demuestran las radiografías, un fondo de puertas y ventanas en tonalidades suaves ¿Dónde estabas, Cecilia? Aunque tu rostro pudiera hablar, deben ser los expertos los encargados de desvelar el misterio de tu presencia. Quizá, si, en vez de gastar tanto en seguridad, algún equipo rascase el demoledor negro y nos alumbrase sobre qué estancias y objetos se encuentran detrás de tu gracioso porte, entenderíamos mucho lo que hacías en aquél año de 1490, frente a los ojos del genio. ¿A quién mirabas, niña? ¿A Ludovico? ¿Era en una sala o en un aposento? ¿De qué tono eran las paredes? Si con su restauración ocurre como con EL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO (del que salió un azul suave en el fondo, destruyendo su mito de elegancia y rotunda negrura), no importaría, en alas de la verdad, el rescate de este fondo que seguro tiene muchísimo que decirnos. De ser la Señorita Gallerani la dama más deseada, nos la han convertido en la dama peor vista de Madrid. Y ya solo pido una cosa: ¡quiten ese horrendo muro naranja de su alrededor! O se le escapará el armiño.